El de azul, desesperado ante las respuestas de la nueva, le dio la espalda y se encaminó a su garita. Tomó el teléfono. A continuación y a través de la puerta entreabrierta se alcanzó a escuchar:
-Joder, dadme una solución, ya que no sé que hacer con esta maricona: ¿la registro como tía o como tío? Porque si esta operada y no tiene pito, es una tía, pero en sus papeles aparece como un tío.
Se hizo un silencio durante el cual los recién llegados cuchicheaban con sonrisas cómplices.
-¿Qué no lo sabéis?, entonces sino lo sabéis vosotros, ¿quién coño lo sabe, mi puta madre o qué? Por qué siempre me tengo que comer los marrones de este puto centro, joder. Pues yo no me responsabilizo de esta loca. Lo registro como tío y listo. Y si le pasa algo, vosotros sois los responsables. Y ya veréis si después lo enviáis a un módulo de hombres o de mujeres –y con esto dio un golpe al aparato, señal inequívoca de que había dado por finalizada la comunicación.
-A ver, todos a las celdas, que vamos a empezar a cachear y a huellar. Y tú, cómo cojones te llames, Raimundo o July, ven para aquí que comenzamos contigo.
A los dos días, los recién llegados, y después de pasados los controles, fueron destinados a módulos, todos excepto la July, que permaneció otros dos días más en ingresos mientras la administración del centro consultaba y tomaba una decisión respecto a su destino final: ¿al módulo de hombres o de mujeres?
Cuando por fin pisó el patio del módulo 8, todos, y digo todos los internos, voltearon su cara para observar a la recién llegada. Y esto fue lo primero que pudieron admirar: