-No me mame gallo, Elisabeth María, que la vaina va en serio. Me voy a mudar con la Sandrita, la colombiana que tiene los dos pelaitos mellizos. Vive sola y…
-Pero para qué vainas se va a pasar con esa, si siempre va sola y no se junta con las paisanas.
-Es que… -a la paisa se le enrojece la cara mientras baja la mirada-, es que me gusta, y yo a ella. Estamos acá sin un man y usted sabe…, bueno, cuando salgamos ella vuelve con su esposo e hijos y yo con mi Rubén.
-No me joda, paisa, ahora se me va volver bollera como las chapetonas. Esas sí, esas están todo el día besuqueándose y comiéndose la cuca, pero nosotras, las paisanas, no mijita, esa vaina no está bien.
La paisa deja la comida y se levanta bruscamente de la mesa.
-No me joda, usted también anda con ese greñudo, sucio y yonkie del Filetes y nadie le dice nada y…
No termina ante la voz que desde la mesa le escupe Elisabeth María.
-¡El Filetes ni es sucio ni yonkie!, ¿me oyó, inmunda?
Pero la paisa ya se está alejando para así evitar un conflicto con su compañera. Y tal como pronosticó, se cambia de celda.
Esta tarde a la bajada de la siesta pide permiso a una funcionaria para mudarse con su paisana. Se lo dan y a partir de este momento son compis de chabolo y de amores torcidos.