-Al primero que vuelva a gritar lo parteo. Que tiro de bolígrafo y os complico más la vida, ¿me oís? –eleva la voz uno de los funcionarios, que cigarrillo en mano y en compañía del otro y de su compañera, se han plantado en mitad del patio mirando a las alturas.
Solo unos breves murmullos se mantienen en el aire durante unos instantes.
-Y usted, a celdas –le indica la funcionaria a Elisabeth María dirigiéndose al interior del módulo.
Cuando de nuevo se encuentra en la soledad de su celda, se sienta y comienza a llorar. Pero en esta ocasión de rabia. Y de rabia contra sí misma. Esta vez ha sido ella la bocazas y todo por querer hacerse la interesante y la ofendida con el Filetes. El pobre hombre ya ha sufrido lo suficiente por su error, para que ahora le ocurra esto. Se han burlado de él sus compañeros de chopano, y ella ha dado pie a ello.
Cómo se arrepiente de su acción. Pobre Filetes, teniendo que enfrentarse a toda esa mamadera de gallo que surgió en el patio. Además, esto le puede buscar un problema si se encuentra en otro momento con alguno de esos güevones que me gritaron todas esas vulgaridades, piensa cabizbaja. Ahora es ella la que tiene que solucionar este entuerto. Esperará que venga el Demandadero y le pedirá un papel para escribir.
Cuando unas horas después pasa el desdentado, le pide una hoja de papel.
-Tronca, ya me enterado de la que has montado en el patio. Ándate con ojo, no le vayas a buscar una ruina a tu costilla. Los mendas de este módulo no se andan con chiquitas. Y en algún momento regresan a módulos. Y aquí todos se conocen, y si no…, para eso siempre se encuentran perras chivatas.