Mientras la colombiana escribe su panfletillo justificativo, el Filetes camina sin final visible por su chabolo de castigo como animal enjaulado, nunca más acorde a la realidad. Se cocina en su interior un caldo de rabias y resentimientos donde se mezclan las ofensas voceadas por los compis de chopano, los desplantes de la colombiana, el encierro obligado en esa celda, las doscientas no sé cuantas causas abiertas contra él, la paliza que le propinó la madera durante su última detención, y en fin, la mierda de sociedad en que vive y por cuyas normas él, el Filetes, se encuentra en esta tesitura. Bulle, y camina, y trama, aunque en el fondo se trate de una reacción del momento, impropia de él, delincuente de carrera, pero a fin de cuentas, un tipo de buen talante, humor a flor de piel y ejecutor de delitos sin violencia; como él se considera, un Robin Hood de los grandes almacenes, productos que después reparte entre sus coleguis, que a su vez venden a otros colegas, entre ellos al cabronazo del Jefe de Servicios del centro.
Pero mientras se le pasa la rabieta, urde la manera de joder a alguno de los vociferantes aislados que increparon a su piba, sí, su piba, ya que a pesar de la mala leche que se gasta la niña, le mola mogollón, le pone y además…, joder siente algo por ella. No sabe que es ese algo, pero llevaba tiempo sin percibir nada parecido.
Se dio cuenta en el vis-vis. Llegó con ánimos de echarle cuatro polvos bien echados y nada, que se bloqueó. Qué manera de hacer el ridículo, piensa, qué pringao, sin saber que hacer, jugando a las manitas, un menda como yo que se ha pasado por la piedra a todas las hembras del barrio. Y llega esta piba, joder, y me corto que te cagas y encima tengo que contarles una película a los compis para tirarme el moco, y va el cabrón del colombiano y se lo casca a su piba, que resulta que es la compi de chabolo de la mía. Y ésta coge y se lo cuenta. Joder, que puta suerte la mía.