-A ver Cardozo, la hemos sancionado con un parte grave por la pelea que tuvo con su compañero en el sociocultural. Además de esto, se le han cancelado las comunicaciones hasta nueva orden, al igual que el destino. Como verá, infringir las reglas sale caro. Así que si quiere recuperar ciertos privilegios, tendrá que pagar la sanción con el tiempo estipulado y una buena conducta. Ah, y le advierto que si volvemos a detectar alguna infracción u otra pelea, permanecerá por tiempo indefinido en aislamiento y probablemente se la envíe de conducción a un centro de alta seguridad. Así que en su mano está volver a retomar su vida anterior o complicarse el futuro. ¿Me ha comprendido? –termina de sermonearla la funcionaria.
Elisabeth María queda bloqueada con la sarta de imposiciones y demandas que recibe. No asimila el hecho que por propinarle una trompada al Filetes, no solo haya pasado dos días en aislamiento, sino que haya perdido el destino y lo peor, los vis-vis. Tiene que rogar, aunque sea suplicar, pero ha de recuperar por lo menos las comunicaciones con su amado.
-Pero, pero, no haga esto, señora funcionaria. Por lo menos déjeme los vis-vis, ya que soy extranjera, no tengo visitas de nadie, ni comunicaciones. Si me quita esta vaina, me quedó sola. Por favor, no lo haga.
-Mire Cardozo –le contesta inflexible la jefa de servicios, -esto no lo decido yo, para eso existe una junta de tratamiento que es la que calibra las diferentes opciones. Quizás pueda interceder para que en poco tiempo recupere su destino, pero del vis-vis olvídese por el momento.
A Elisabeth María se le viene su mundo abajo, su pequeño e ínfimo mundo, el único que la sustenta en este momento. Se hunde. Mira al suelo y cierra los ojos; no desea que la vean llorar, y menos, la zorra de la jefa de servicios. Da media vuelta y ,sin despedirse, se dirige compungida al tigre del patio. Necesita desahogarse, gritar, llorar, y soltar toda la mierda que lleva adentro.