-Pero, chica, joder, cuéntanos que te hizo, ¿cómo te beso?, ¿te toco antes o fue a por todas? Por favor, no nos dejes con la miel en los labios.
En ese momento llega Elisabeth María con su bandeja. Las del office han terminado de servir la cena del resto y van tomando asiento en sus respectivos feudos.
-Niñas, pero niñas, dejadla comer tranquila que bastantes emociones ha tenido ya en comunicaciones.
Algunas ríen la gracia, aunque las más se mantienen a la expectativa de las palabras que pueda emitir la brasileña. Pero ésta no suelta prenda. Sigue sorbiendo la sopa con fruición sin apenas levantar la cabeza. No desea hablar, ya que la experiencia ha sido un tanto…, cómo decirlo, extraña y aún necesita asimilarla.
Una vez arriba, Cesárea espera a que pase el recuento, y al calor y la privacidad de la celda, comienza a narrarle a su compi su primera experiencia íntima. Necesitaba explayarse, pero no ante un nutrido grupo de aves rapaces en busca de saciar su falta de sensaciones, sino ante su compañera, que además de haber pasado ya por un trámite similar, la siente hermanada.
La colombiana toma la silla y, cubierta por una cobija, se sienta frente a la cama de la brasileña que ya se encuentra enfundada en la manta. El frío arrecia. El débil soplo de la calefacción apenas calma las gélidas corrientes que se cuelan entre los batientes de la ventana.
Y entonces la brasileña se suelta y comienza a contarle la extraña experiencia con su nuevo parejo de quita y pon en su primer vis-vis.