Submitted by jorge on Thu, 05/09/2019 - 06:43
Si bien no se trata de un delito al uso, en los últimos años, quizás última década, ocurre más a menudo y, la verdad sea dicha, no llegamos a entender que personas tan cercanas geográficamente y dentro de un entorno aparentemente similar, puedan ser tan antagónicas hasta el punto de agredir una a la otra por llevar un distintivo diferente al que el agresor desea.
Un hombre deambulaba por la calle Vallespir de Barcelona con una camiseta que tenía impresa la bandera española, cuando un grupo de personas le increparon. Sin embargo, uno de ellos, de 36 años, además de increparle se le abalanzó y agredió por dicho motivo.
Horas más tarde, los Mossos d’Escuadra detuvieron a este individuo valenciano y lo trasladaron a comisaría acusado de un delito de Lesiones y otro de Odio.
Hace meses, en marzo para ser más precisos, cientos de autobuses viajaron de Cataluña a Madrid trasportando a miles de catalanes que deseaban manifestarse contra el juicio del Proces. Deambularon por las calles de la ciudad con banderas esteladas y seneyeras y a pesar de la cantidad de manifestantes, sus consignas y la movilización, no hubo agresiones, tras lo cual, todos regresaron a sus ciudades de origen.
Y nos preguntamos, ¿no podría ser esta la tónica, para que cada cual utilice el atuendo, bandera o distintivo que crea conveniente sin tener por ello que terminar todo en una agresión, en una demostración de odio?
No podemos precisar que condena le puedan a aplicar a este agresor, pero quizás si debería asistir a cursos y trabajos en favor de la Comunidad donde aprendiera a confraternizar con personas de diferentes etnias, nacionalidades, religiones y regiones, quizás así percibiría que a través del odio solo se inocula un malestar interno manifiesto e insatisfacción personal, poco más.
Hablando se entiende la gente, agrediendo solo crece la amargura dentro de uno mismo.