El canguro disminuye la marcha. Cruza el portón de entrada al centro bajo la atenta mirada de los funcionarios. Gira en el módulo de ingresos y frena en seco frente a la puerta.
Los presos comienzan a bajar en orden. De la barriga del autobús sacan sus petates, uno por barba, sin importar las dimensiones del mismo. Toda una vida penitenciaria en un petate. El que no puede con el suyo siempre encuentra un compi que le ayuda a bajarlo.
Después de pasar por huellas, fotos y el control de entrada, el grupo de funcionarios, enguantados, esperan a los recién llegados en una sala.
- A ver, abran sus pertenencias, y apártense.
Registran con ahínco. Algunos objetos son dejados de lado; no pueden entrar y eso, a pesar de que todos llegan de otros Centros Penitenciarios. Cada casa tiene sus leyes.
- Y ahora todos, a quitarse la ropa y se colocan aquí.
- ¿Toda la ropa?- pregunto aún despistado.
- Toda, también los gayumbos– ordena tajante el de azul.
- Perdone señor funcionario, a mí nunca me han hecho el cacheo integral y eso no es legal porque...
- Sí es legal o no, no es asunto mío. Recurra al Juez de Vigilancia Penitenciaria, y ahora, desnúdese.
Comienzo dubitativo a empelotarme. Ya desnudo, me tapo mis partes con las palmas, entonces me obligan a acuclillarme.
Joder, pienso, y ahora qué...
Consultas Jurídicas / Abogado Penalista
807 40 55 40
de lunes a viernes de 16 a 20h