El canguro redujo su velocidad. Se desvió de la autopista para tomar una carretera secundaria. Nos despertamos ante el cambio de ritmo. Habíamos llegado.
Nos asomamos a la ventanuca que daba al exterior. ¿Atisbaríamos algo del nuevo centro?, ¿cómo sería?, ¿la entrada?, ¿el personal? Todas estas preguntas pasaban veloces por la mente de cualquier recién llegado; era lo habitual. Por lo poco que pude ver se trataba de una macrocárcel idéntica a la de Soto del Real, Picassent y muchas otras construidas a mediados de los 90. Algunos politicuchos habían visitado penales de la United y se habían decantado por ese tipo. Ésta sé inauguró apenas seis meses antes de mi llegada a pesar de llevar más de seis años construida.
Está buena compi, limpia, me soltó el tuerto ocupando la diminuta entrada de luz con su gran jeta. Asentí por lo poco que pude ver. Pasamos los controles, espejos arriba, abajo y documentación que entregaron los de verde a los funcionarios. Entonces aparcamos y se comenzaron a abrir las puertas de los compartimentos. Primero, las de adelante y así, hasta las más cercanas a la salida. Descendimos. A recoger cada uno su petate y colóquense en esa fila, rápido, ordenaron.
Unos a solas, otros con ayuda del compañero, ibamos sacando los grandes bultos de las entrañas del bicho; detestábamos las conducciones. El tuerto me ayudó con mi petate de inmensas dimensiones; apenas podíamos entre ambos. Con la puta manía de un bulto por interno, no hay Dios que mueva esta mierda, escupí con goterones de sudor recorriendo mi frente. El negro sonrió: yo, pequeño, pocas cosas tengo, pocas cosas cargo. Tenía razón el cabrón.
Permanecí dos días en ingresos. El médico, el educador y el asistente social me auscultaron, interrogaron y descubrieron mis entrañas e intimidades para, acto seguido, destinarme al módulo 11.
Qué sorpresa me deparaba el modulito de las narices. Y eso sin contar que después del módulo de destinos era el más tranquilo. Tranquilo, tranquilo, lo era, pero menudo ganado pastoreado desde las demás regiones.
Lo primero que me encontré parecía sacado de la casa de los Monster.